Una niñez con futuro: Reflexiones en el día del Niño y la Niña

Enrique Valentín, Director Ejecutivo de Casa del Sol
Contacto: direccionejecutiva@gvmaorg.mx
Cada 30 de abril, México se viste de colores y risas para celebrar el Día del Niño y la niña, una fecha cargada de ternura y alegría. Sin embargo, desde la experiencia en Casa del Sol, sabemos que también es un día que debe invitarnos a una profunda reflexión: ¿qué estamos haciendo para construir un
país donde cada niña y niño pueda tener un proyecto de vida digno en medio de un contexto marcado por la violencia?
Hoy más que nunca, en una realidad donde la inseguridad, la pobreza y la desigualdad lastiman las oportunidades de millones de menores de edad, es decir, urge sensibilizar a la sociedad sobre su papel como generadores de esperanza. No basta con celebrar a la niñez un solo día al año; tenemos que
comprometernos cotidianamente a crear entornos seguros, afectivos y ricos en posibilidades para ellas y ellos. Dejar de mirar a las niñas y niños como beneficiarios pasivos y reconocerlos como sujetos de derechos es una obligación moral y jurídica que no admite postergaciones.
Cada niña y niño es portador de un sueño, de un anhelo por crecer, aprender y transformar su mundo. Pero estos sueños requieren algo más que buenas intenciones; necesitan oportunidades reales: acceso a una educación de calidad, espacios de protección frente a la violencia, servicios de salud física y emocional, actividades culturales y deportivas que nutran su imaginación y autoestima. Necesitan adultos que crean en ellos, políticas públicas efectivas y entornos que no les abandonen a su suerte.
Desde Casa del Sol, trabajamos todos los días para brindar ese espacio de amor, respeto y crecimiento. Hemos visto de primera mano que cuando una niña o un niño tiene la oportunidad de sentirse seguro, valorado y escuchado, puede transformar su historia, incluso en los entornos más adversos. El potencial de la niñez es inmenso, pero para desplegarlo necesita ser acompañado con empatía, compromiso y acciones concretas que respondan a sus necesidades reales.
La violencia que azota a nuestro país no solo se mide en cifras de homicidios o desapariciones; también se mide en las infancias truncadas, en los talentos desperdiciados, en los sueños aplastados por la pobreza, el abuso o la indiferencia. Los niños y niñas que crecen en entornos de violencia enfrentan
barreras invisibles que afectan su autoestima, su desarrollo cognitivo, su capacidad de confiar y construir relaciones sanas. Cada trauma no atendido en la infancia es una herida que se proyecta hacia la adultez, perpetuando ciclos de marginación y exclusión.
Por eso, sensibilizar a la sociedad es también un acto de justicia; cada persona que comprende la importancia de tender la mano a una niña o niño, está ayudando a romper un ciclo de violencia que de otra forma seguiría repitiéndose.
Apostar por la niñez es, en esencia, apostar por la paz, por la equidad y por el progreso sostenible. Porque un país que protege y educa a su infancia, invierte en la construcción de ciudadanos libres, críticos y comprometidos.
Hoy hago un llamado a todos los sectores: gobierno, empresas, organizaciones civiles y ciudadanía: hacer posible proyectos de vida para niñas y niños no es un lujo, es una necesidad urgente si aspiramos a un México más justo, seguro y humano. Cada iniciativa, cada beca, cada espacio de protección y desarrollo, es una semilla que puede cambiar el futuro de todo un país, las alianzas intersectoriales, el fortalecimiento del sistema de protección integral de niñas, niños y adolescentes, y la participación activa de la sociedad civil son caminos imprescindibles para lograrlo.
Requerimos políticas públicas centradas en los derechos de la infancia, presupuestos con perspectiva de niñez, escuelas que no solo enseñen contenidos, sino que también eduquen para la vida. Necesitamos familias fortalecidas, comunidades protectoras, medios de comunicación que visibilicen las historias de éxito de niñas y niños que, contra todo pronóstico, lograron salir adelante. Y también necesitamos combatir la normalización de la violencia, trabajar en la prevención del abuso infantil, y construir una cultura donde el interés superior de la niñez sea verdaderamente una prioridad.
Desde Casa del Sol, creemos en el poder transformador de cada acción. Cuando una niña o niño encuentra una mano amiga que le dice: «¡Tú puedes, yo creo en ti!», algo poderoso sucede. Se enciende una chispa que puede iluminar su vida y, eventualmente, la de toda una comunidad. Sabemos que el cambio no ocurre de la noche a la mañana, pero también sabemos que cada paso cuenta: una historia rescatada, un talento descubierto, un sueño alcanzado.
Este Día del Niño y la NIÑA no solo celebremos: comprometámonos. Imaginemos un país donde cada menor tenga la certeza de que nació para ser feliz, para crecer en libertad, para alcanzar sus sueños. Ese país empieza hoy, en cada uno de nosotros, en cada decisión, en cada acto de solidaridad y responsabilidad. Porque un país que abandona a su infancia se condena a la desesperanza, pero uno que la protege, se asegura un futuro luminoso.
Que este 30 de abril no sea solo un recordatorio de lo que debemos dar a las niñas y niños, sino una declaración firme de lo que estamos dispuestos a construir para y con ellos.
Una niñez respetada es la base de una sociedad de paz. No olvidemos nunca que ellos y ellas no son el futuro: son el presente, y merecen todo nuestro compromiso hoy.
