«La hora de la comida: un momento para fortalecer vínculos y relacionarse positivamente»
Colaboración de Enrique Valentín, Director Ejecutivo de Casa del Sol

Enrique Valentín, Director Ejecutivo
Correo: direccionejecutiva@gvma.org.mx / Celular: 2225141778
En Casa del Sol, entendemos que la hora de la comida es mucho más que el simple acto de alimentarse; es un momento clave para conectar emocionalmente con niñas y niños que viven en nuestra casa hogar. Es, de hecho, una de las oportunidades más valiosas que tenemos como adultos para fomentar el diálogo, la convivencia y las relaciones positivas.
Sin embargo, en la sociedad actual, donde el ritmo de vida a menudo nos arrastra a vivir de manera apresurada y fragmentada, olvidamos la trascendencia de este espacio. La hora de la comida debería ser, más que un trámite, un momento de conexión emocional, de aprendizaje y de creación de recuerdos significativos.
Hoy en día, muchos padres y adultos responsables del cuidado de niñas y niños subestiman el impacto que un simple desayuno, almuerzo o cena puede tener en la vida emocional y social de la niñez. El valor de este momento va más allá de proporcionarles una nutrición adecuada; se trata de cómo utilizamos ese tiempo para brindarles apoyo emocional, enseñanzas y, sobre todo, para mostrarles que su presencia y su voz son importantes. La comida, como acto de convivencia, es el espacio perfecto para hacerlo. En Casa del Sol, consideramos que cada comida es una oportunidad para sembrar valores, para fortalecer la autoestima su autoestima y para fomentar el respeto mutuo entre generaciones.
La comida, por su naturaleza, tiene un componente social fundamental, pues históricamente, las familias y comunidades se han reunido alrededor de la mesa para compartir no solo los alimentos, sino también historias, anécdotas y momentos de reflexión.
Este espacio no es solo para adquirir nutrientes, sino para intercambiar experiencias, responder a la típica pregunta: ¿cómo te fue hoy? Es en estos momentos donde niñas, niños y adolescentes aprenden a compartir, a comunicarse de manera efectiva y a comprender la importancia de la paciencia, la escucha activa y el respeto.
Al sentarnos con niñas y niños a la mesa, tenemos la oportunidad de guiarlos a través de un proceso de socialización y aprendizaje, que les será útil para interactuar con otras personas fuera del hogar. La comida es el mejor momento para escuchar sus preocupaciones, para preguntar sobre su día, y para conocer de manera directa qué les inquieta, qué les interesa y qué les apasiona. Además, durante la comida, los niños suelen sentirse más relajados, lo que permite que se abran de manera más espontánea, creando un ambiente más propicio
para la comunicación auténtica.
Es importante recordar que el momento de la comida es uno de los pocos momentos del día donde todos nos reunimos en torno a un mismo espacio, sin distracciones. Esto incluye no solo la comida, sino también la conexión que se establece al dejar de lado los teléfonos, las pantallas y otros dispositivos que nos alejan de la interacción humana. El acto de sentarnos juntos, sin apresurarnos, permite que los niños experimenten la importancia de la paciencia y la gratitud. Se les enseña que el tiempo dedicado a los demás es tan valioso como
cualquier otra actividad que realicen.
En Casa del Sol, procuramos que las comidas sean un espacio para el aprendizaje continuo. Al sentarnos juntos a la mesa, no solo hablamos sobre el día, sino que también aprovechamos la oportunidad para reforzar valores fundamentales que son esenciales para el desarrollo integral de los protagonistas: las niñas y los niños. Valores como la empatía, el respeto, la solidaridad y el trabajo en equipo se transmiten no solo con palabras, sino con
acciones. Los niños observan cómo interactuamos entre nosotros como adultos y aprenden de nuestra conducta.
El respeto por el espacio compartido, por ejemplo, es un valor que se refuerza al sentarnos todos juntos sin interferencias externas. Les enseñamos a esperar su turno para hablar, a respetar los tiempos de los demás y a ser pacientes. Además, al fomentar el diálogo, les damos un espacio seguro para expresar sus pensamientos y sentimientos, lo que les ayuda a mejorar sus habilidades comunicativas, a aumentar su confianza y a desarrollar la capacidad de resolver conflictos de manera positiva.
Es también el momento perfecto para enseñarles sobre la importancia de valorar lo que tienen, algo que hoy en día se pierde con facilidad en una sociedad que tiende a sobrevalorar lo material. En Casa del Sol, en cada comida, aprovechamos para reflexionar sobre la importancia de la gratitud. Hacemos preguntas sobre lo que nos gusta de los alimentos que estamos comiendo, sobre cómo cada ingrediente tiene un origen, y cómo cada comida representa un esfuerzo colectivo para producir y compartir lo que tenemos.
Este tipo de conversaciones no solo enriquecen el alma, sino que también les dan una perspectiva más profunda sobre el valor de lo que muchas veces damos por hecho. Por todo lo anterior, en Casa del Sol hacemos un llamado a todos los adultos a que aprovechen la hora de la comida para crear espacios significativos de conexión con los niñas y niños. Sabemos que las agendas apretadas y las responsabilidades diarias pueden hacer que este momento se convierta en una rutina, pero no debemos olvidar el impacto positivo que puede tener si lo abordamos con conciencia y dedicación.
Invitamos a las familias y a los cuidadores a sentarse juntos alrededor de la mesa, a hablar sin prisas, a escuchar y a aprender unos de otros. La niñez necesita de este tiempo para sentir que son escuchados, valorados y acompañados en su proceso de crecimiento. La hora de la comida es, en este sentido, una oportunidad invaluable para crear recuerdos que permanecerán en sus corazones y que influirán en su desarrollo durante toda su vida.
En conclusión, la hora de la comida es mucho más que una necesidad biológica; es un espacio donde se puede construir una relación sólida basada intergeneracional. En definitiva, es un acto que va más allá de la alimentación: es un momento para fortalecer vínculos, para aprender juntos, y para brindar a los niños y niñas un espacio seguro donde puedan sentirse apoyados y escuchados. Aprovechemos este tiempo para nutrir no solo el
cuerpo, sino también el alma, y construyamos juntos un futuro más feliz y saludable para ellas y ellos.