Opiniones

Casa del Sol: Orgullo, responsabilidad y compromiso con la niñez poblana

Por Enrique Valentín

Hace unos días, la prensa dio a conocer una noticia que nos llena de tristeza, pero también de renovada convicción para seguir trabajando con empeño: después de siete años en Puebla, fueron repatriadas a Honduras tres niñas migrantes abandonadas por sus padres.

Aunque el destino pueda parecer lejano, esta historia nos compromete como sociedad y nos convoca a actuar con humanidad, especialmente al organismo al que tengo el honor de dirigir: Casa del Sol.

La dignidad infantil como prioridad

Al leer la nota, uno advierte que esas niñas vivieron en una especie de limbo: atrapadas entre fronteras, leyes, derechos y omisiones. Durante años permanecieron en Puebla, dentro de una casa de asistencia, lejos de sus orígenes, lejos de su país natal, pero sobre todo lejos de la posibilidad de crecer con la certeza de un entorno estable. Su situación no es únicamente un acto de abandono familiar: es una herida social, una falla colectiva en los sistemas de protección a la niñez y una deuda moral que debemos saldar con acciones, no solo con palabras.

Como director de Casa del Sol, no puedo permitir que casos como este queden en el anonimato ni en el dolor silencioso. Nuestra misión va más allá de brindar un techo y alimento: se trata de restaurar la dignidad, fortalecer los afectos, ofrecer acompañamiento psicológico y legal, y generar condiciones para que niñas y niños puedan reclamar su derecho a una niñez plena, segura y llena de oportunidades.

Orgullo por servir a la niñez poblana

Tengo el privilegio de dirigir una institución que ha puesto a la niñez como centro de su quehacer diario. En Casa del Sol entendemos que cada niña y niño que recibe atención —con su diversidad, su historia, sus heridas— es también una promesa de esperanza para Puebla. Cuando trabajamos por la protección, la educación, el acompañamiento y la reinserción familiar o social, no solo atendemos una urgencia presente: sembramos un futuro más justo.

Que tres niñas hayan sido repatriadas nos obliga a reflexionar y fortalecer lo que hacemos. Pero también nos llena de orgullo saber que, en muchos otros casos, hemos contribuido a construir rostros nuevos de superación, resiliencia y bienestar. Esas historias, menos visibles a los titulares, son para nosotros las medallas más valiosas: niñas y niños que recuperan su voz, que rehacen sus afectos y que vuelven a soñar.

Más allá del caso: un llamado colectivo

La noticia no puede quedarse como un breve episodio en los medios; tiene que producir acción, colaboración, redes. A través de estas líneas deseo invitar a distintos actores —ciudadanos, organizaciones sociales, instituciones educativas, empresas solidarias— a unirse con Casa del Sol para que más historias de abandono se transformen en historias de reconstrucción.

Algunas formas concretas de participación podrían ser:

  1. Voluntariado: recibir capacitación para acompañar emocionalmente a niñas y niños, apoyar con clases extracurriculares, actividades lúdicas, talleres artísticos, deportes, etc.
  2. Donativos en especie o económicos: contribuir con materiales educativos, ropa, mobiliario, recursos para terapias, transporte y alimentación.
  3. Red de padrinos/as: acompañamiento más sostenido para niños con situación de desprotección, ayudando en su desarrollo escolar, cultural o psicológico.
  4. Alianzas institucionales: sumar esfuerzos con escuelas, universidades, despachos legales, psicólogos, asociaciones de derechos humanos, para multiplicar la atención integral.
  5. Visibilidad y sensibilización: compartir historias (resguardando identidad y dignidad) para que la sociedad conozca las realidades de la niñez migrante, el abandono y la vulneración de derechos.

Cada persona puede aportar algo, por pequeño que parezca, y en conjunto podemos generar una red más sólida para que ninguna niña o niño quede olvidado en un limbo de soledad y abandono.

Mirada hacia adelante

El caso de las tres niñas repatriadas es una herida abierta; pero también es alerta: no debemos detenernos. En Casa del Sol renovamos el propósito de perfeccionar nuestras políticas de acompañamiento, interceder con las instancias de gobierno para que los procesos de migración, repatriación y protección sean humanos, justos y centrados en derechos, y generar cauces más ágiles para los casos urgentes.

Como director, siento el orgullo profundo de liderar un espacio que diariamente vela por la niñez poblana; nuestra comunidad merece que sus niñas y niños crezcan seguros, amados y protegidos. No permitiremos que historias de abandono se vuelvan inevitables; las convertiremos en historias de restitución, de dignidad recobrada, de familias reconstruidas.

Hago un llamado a ti, lector, para que te unas a nosotros: con tu tiempo, tus habilidades, tu solidaridad. Juntos podemos escribir muchas más historias de triunfo, muchas más niñeces recuperadas. Porque en Casa del Sol creemos que proteger a la niñas y niños no es solo un deber, es una causa que honra a Puebla y fortalece nuestras raíces sociales.

Con compromiso y esperanza,

Enrique Valentín

Director de Casa del Sol

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