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“Bajo el mismo Sol: el calor de un trabajo con sentido”

Escrito por Ali Azcatl Cuaute, colaboradora de Casa del Sol

Trabajar en Casa del Sol no es solo un trabajo, es un acto de entrega diaria.
Es una experiencia que transforma la forma en que vemos el mundo, la
infancia y hasta a nosotros mismos. Es adentrarse en un mundo donde los
retos y la esperanza coexisten, dónde cada día se ponen a prueba la
paciencia, el compromiso y el corazón.

Desde el primer día aprendí que trabajar en Casa Del Sol requiere mucho
más que cumplir con un listado de tareas, horarios, actividades y protocolos
por cumplir en el día a día, se trata de formar infancias felices con vínculos
reales y sanos. Más qué cumplir con nuestro rol de educadores somos
figuras de afecto, guías, confidentes y en muchos casos, el primer adulto en
quién pueden confiar.

Las jornadas laborales son largas y emocionalmente intensas. Siempre se
presentan días difíciles: niños que están aprendiendo a conocer los límites o
adolescentes que se rebelan. Hay qué estar disponibles para consolar una
crisis emocional, contener una rabieta cargada de historia o simplemente
sentarse a realizar la tarea con alguien que nunca antes tuvo quién le
ayudara.

La mayoría no entiende el desgaste emocional y físico que conlleva está
labor: ver a un niño o niña qué llega en situación vulnerable y aprende a
sentirse amado y seguro, son momentos que impactan en nuestras vidas,
sanan y reconfortan cómo un “gracias” apenas audible, una mirada que por
fin refleja confianza. Requiere paciencia, empatía y una enorme capacidad de
resiliencia por ambas partes.

Trabajar aquí conlleva enfrentar heridas profundas y aprender a no tomar
nada personal. Entender que los logros se dan a paso lento, no todos los días
se ven resultados, cada quién va a su propio ritmo con las herramientas que
va adquiriendo a lo largo de sus días, cada gesto cuenta mucho incluso los
que parecen invisibles.

Trabajar en Casa Del Sol es entender que las cosas se solucionan “hablando
y en paz”, es una labor que no es para todos y está bien qué así sea. Para
quienes elegimos si hacerlo lo hacemos con el corazón dispuesto a dar, es
una vocación que no todos entienden, pero quienes lo vivimos sabemos que
estamos sembrando futuro en terreno difícil pero fértil, no hay una rutina fija
ni garantías de éxito, pero si hay entrega, compromiso y amor genuino. Todos
los días que llego a Casa Del Sol veo rayitos de esperanza en todos los niños
y niñas en ella. Es un trabajo que, sin duda, cambia vidas y la primera que
cambia es la nuestra.

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